De finales del siglo XVI arranca en el municipio de Nerja, ubicado entre el mar y la montaña, su tradicional industria azucarera, cuando por el año 1596 el malagueño Juan de Briones construye el primer ingenio azucarero, conocido de San Antonio Abad, en la rambla derecha del río Chillar, que recoge la costumbre morisca de la fabricación de la miel de la caña de azúcar. A lo largo de casi cuatrocientos años, entre 1591 y 1965, éste ha sido uno de los principales medios de vida de la población.
Por ello varios ingenios y fábricas se levantaron en el entorno del casco urbano durante estos años, comenzando por el de San Miguel en el siglo XVII, pasando por la de San Joaquín, de Maro, hasta las de El Progreso y La Maquinilla o Fábrica de Miel Rifol, la última que cesó su actividad, en los años sesenta.
Para la citada fábrica de San Joaquín, en la pedanía de Maro, se creó este soberbio acueducto bajo la dirección del maestro constructor local Francisco Cantarero, entre los años 1879 y 1880, por orden de los marqueses de Tous y condes de Casa Chaves, y es sólo uno de los varios que llegan hasta el mar en la zona. Por tanto, y pese a lo que a la vista de esta monumental obra de arquitectura e ingeniería se pudiera pesar por su imagen, que al pronto se asocia a los de los acueductos clásicos conocidos, es de fecha reciente y bien determinada.
También llamado “Acueducto de Maro”, discurre junto a la carretera Nacional N-340 salvando el desnivel del Barranco de la Coladilla, sobre el que se alza con un total de cuatro pisos superpuestos en altura, cada uno formado por una esbelta línea de arcos de ladrillo al más puro estilo clásico, que se acentúa por la franja horizontal que lo remata en su parte superior, donde se ubicaron elementos a modo de templetes, tanto a las entradas como en el punto central de su recorrido. Su imagen lisa y geométrica, matizada por elementos decorativos al estilo neomudéjar, contrasta con lo abrupto del paisaje donde se ubica, resaltando su enorme belleza.
El acueducto, que asombra y causa admiración a quien lo descubre por primera vez desde la carretera, todavía sigue vigente en sus funciones de transportar el agua, aunque la antigua fábrica de San Joaquín para la que fue creada cerró definitivamente sus puertas en el año 1911; ahora sus beneficiarios son los propietarios de las actuales comunidades de regantes que trabajan en la zona. Se le conoce con el nombre de “Acueducto del Águila” por la imagen del águila que se representa al final de la veleta decorativa que corona el complejo.
A la vista de las dimensiones y características de esta excepcional y faraónica obra, sin equivalentes cercanos en la historia de la arquitectura en Andalucía, estremece pensar en el coste humano, material y económico que pudo suponer su construcción, desde los primeros cálculos y trabajos necesarios para la cimentación, pasando por los sistemas de andamiajes y los ingenios de acarreo, hasta la colocación de los distintos materiales precisos para su completa terminación.
Foto: Gernot Keller (Wikimedia Commons) Bibliografía:
* Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico