En el punto más alto del entorno urbano origen de la villa de Ardales, junto a las rocas donde se alzan los restos del Castillo de la Peña, se levanta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios, un interesante hito religioso y paisajístico de la localidad que conserva importantes elementos arquitectónicos que demuestran su relación con los prototipos mudéjares.
En la segunda mitad del siglo XV, cuando Ardales formaba parte del Reino de Sevilla, se comienzan las obras para la transformación de la vieja mezquita local en iglesia, un amplio templo de tres naves cuya nave central se apoya sobre arcos de herradura apuntados.
La iglesia mantiene hoy sobre dicha nave central su espléndida armadura de madera de par y nudillo de ascendencia mudéjar, donde destaca la secuencia de sus dobles tirantes horizontales sobre canes que se muestran unidos por lazos y estrellas de seis y ocho puntas junto a otros elementos geométricos.
No obstante, la actual fábrica de esta iglesia corresponde en gran parte a la reforma a la que fue sometida en la década de 1720, época a la que pertenece la interesante portada barroca (en la imagen), creada en ladrillo en el año 1723, obra del arquitecto sevillano Diego Antonio Díaz. El resto del templo incluye, además, otros añadidos barrocos entre los que destacan algunos retablos y capillas laterales.
De esa misma época y del año 1775, es su torre, levantada también en estilo barroco por el también arquitecto sevillano Antonio Matías de Figueroa. Se trata de una torre, de planta cuadrada que se emplaza en la fachada de los pies, junto a la nave del Evangelio, mostrando un alto fuste de ladrillo visto que presenta óculos intermedios en su frente principal para su iluminación y ventilación interior. Su elemento más interesante sin duda es su vistoso cuerpo superior donde se alojan las campanas, un airoso remate donde los huecos de medio punto para campanas se presentan enmarcados entre parejas de pilastras adosadas de frentes cajeados y decorados con motivos geométricos en colores azul y blanco. Corona la parte superior de esta torre un vistoso chapitel de base octogonal que arranca rodeado de pequeños pináculos cerámicos también en tonos bicolor, azul y blanco, al igual que la azulejería con que se recubren sus ocho empinadas caras.
En el interior destacan las imágenes procesionales del Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora de los Dolores, obras de autoría anónima de mediados del siglo XX y del siglo XIX, respectivamente; dos tallas muy veneradas entre la población que procesionan en la tarde-noche del Viernes Santo, con la particularidad de que sus tronos deben salvar tanto a la salida como al regreso la alta grada de escalones que separa el interior del templo de la calle que se abre ante él.
Foto: Carlos Ruiz Serrano
Bibliografía:
* Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico